Recorriendo en bici los valles del Espadán
Mascarell, Muntanyeta de Sant Antoni, Peñas Aragonesas, Artana y Santa Cristina: Lugares singulares unidos en un recorrido de ida y vuelta por valles de sorprendente belleza.
Ficha técnica con enlace de descarga del track y descripción de la ruta.

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Ruta en bici entre mandarinos y montañas.
Empezamos esta bici-ruta en la estación de tren de Burriana/Alquerías para dirigirnos enseguida a la cercana ciudad de Burriana. La he recorrido buscando un paseo interesante pero no he encontrado nada que merezca la pena reseñar.
El primer punto de interés es la localidad de Mascarell. Es un pequeño pueblo contenido en su totalidad dentro de sus murallas. Pese a que sus construcciones son bastante humildes, no deja de ser un sitio sorprendente y curioso de pasear.
El recorrido hasta Betxí es entre campos de naranjos y mandarinos que de noviembre a marzo dan sus frutos. En medio de los campos sobresale la «Muntanyeta de Sant Antoni» con su ermita homónima. Es un montículo que se alza sobre la llanura agrícola desde donde podremos disfrutar de una vista de 360 grados sobre toda la comarca.
Pasaremos por Betxí de camino al valle de «Las Peñas Aragonesas» o «Penyes Altes». Estas preciosas formaciones rocosas se ciernen sobre la pista forestal por la que transitamos. Estamos remontando la rambla de Artana, un precioso valle encajonado, con poco desnivel y muy boscoso.
Pronto llegamos a un precioso pueblo de montaña con sabor a Espadán: Artana. Pasearemos por sus callejas antes de ir al punto más alejado del recorrido: La ermita de Santa Cristina.
La vuelta es por otro valle distinto pero no menos bonito: La Rambla de Betxí. Recorreremos en bajada un camino forestal que nos devuelve al llano. Fuera ya de las montañas, iniciaremos el regreso al punto de partida por caminos rurales asfaltados, como no, rodeados de naranjas y mandarinas.
Detalles del trazado.

Camino de Mascarell
Desde la estación a Burriana hay un par de kilómetros en los que ya empezamos a hacernos idea de la zona. Primero tomamos un atajo por en medio del aparcamiento de una fábrica y luego recorremos los primeros caminos entre los campos antes de llegar a la ciudad. Pasamos por delante de un buen bar en el que podremos desayunar, almorzar o hacernos con provisiones para el camino.
Tenemos que cruzar Burriana para continuar nuestra ruta y, ya que estamos aquí, he querido buscar un recorrido interesante por el centro histórico. La verdad es que no he visto nada que merezca mención, pero no quita que quien quiera pueda intentar callejear.
Salimos de la ciudad buscando caminos poco transitados y tras recorrer unos pocos kilómetros llegamos al primer punto de interés del recorrido.
Mascarell es una villa fortificada que pertenece al municipio de Nules. Merece una visita porque la totalidad de su entramado urbano continúa encajonado dentro de sus murallas. No goza de una arquitectura espectacular pero la paz que se respira en sus calles y el silencio por la ausencia de tráfico nos evoca tiempos ya perdidos.
La salida de Mascarell hacia el interior nos devuelve muy rápido a la realidad. Tenemos que cruzar la nacional N-340, la línea ferroviaria y las autopistas AP-7 y CV-10. Pasado este trance, nos adentramos otra vez por estrechos caminos en la llanura agrícola. De noviembre a marzo, el color anaranjado de sus frutos nos hará detenernos más de una vez.
Si el día es claro, la espectacular cara sur del Penyagolosa se ve cercana pese a estar a casi 50 km en línea recta.

La muntanyeta de Sant Antoni de Betxí.
De camino a Betxí, vamos a hacer uno de esos ejercicios en los que los ciclistas demostramos que lo nuestro es afición. La corta pero intensa subida a la ermita nos hará dudar de nuestra cordura, pero una vez arriba se disipan todas las dudas. Podremos disfrutar de espectaculares vistas de 360 grados sobre toda la comarca. La línea de costa, el mar y la vista de las lejanas montañas del Maestrazgo y las más cercanas del Espadán justifican todos los esfuerzos.

La ermita de Sant Antoni es una construcción típica de estas elevaciones aisladas que se convirtieron en lugar de peregrinaje y devoción. Y no es de extrañar, aquí se intuye la presencia de lo sobrenatural en la sobrecogedora belleza de lo natural. Su hospedería contigua ha sido convertida en un lujoso restaurante que asoma sus salones al infinito.

Muy a nuestro pesar, y después de disfrutar de estas vistas que quitan el hipo, tendremos que desandar lo andado para bajar. De vuelta en el llano, y después de disfrutar de la pronunciada bajada, continuamos nuestro placentero rodar por estrechos caminos de huerta hasta llegar a Betxí.
Cruzamos Betxí por su núcleo urbano para salir por el otro lado. Vamos en busca de las primeras montañas de lo que se intuye como el gran macizo montañoso de la sierra del Espadán, en la que nos adentraremos por uno sus los valles: La rambla de Artana.
Las Peñas Aragonesas.
Dejamos los últimos naranjales atrás y se acaba el asfalto. Un camino de tierra serpentea por el fondo del valle. La pinada y una exuberante vegetación comienza a rodearnos y arroparnos. Cruzamos varias veces el cauce seco de la rambla de Artana y continuamos aguas arriba subiendo muy poco a poco, casi sin esfuerzo.
Y de pronto ahí está: Un impresionante farallón rojizo de piedra estratificada que se alza vertical a escasos metros del camino.

Las Peñas Aragonesas o «Penyes Altes» son un paraje con impresionantes acantilados de basalto. La belleza de estas formaciones rocosas nos recuerda que ya hemos llegado a las agrestes montañas de la sierra Espadán.
Continuamos subiendo poco a poco por este camino que ya pronto se convierte en pista asfaltada. Casi ni nos hemos percatado pero ya estamos a cierta altura cuando desembocamos en la carretera principal del valle de Eslida, ya muy cerca de Artana.
Por carretera, Artana está a unos pocos cientos de metros, pero incluso eso es mucho para mí. Nos incorporamos al arcén contiguo a la carretera que hace las veces de carril-bici e inmediatamente, una vez cruzada la rambla, nos desviamos para entrar en Artana dando un rodeo por detrás del cerro. Solo por recorrer este precioso y estrecho camino ya merece la pena la pequeña vuelta que damos para llegar a este bonito pueblo de montaña.
Artana y la ermita de Santa Cristina.
Artana podría ser considerado el primer pueblo del Espadán. Se encarama en la ladera de un cerro en cuya cima podemos ver las ruinas de un castillo medieval. En la parte alta del pueblo destaca el Calvario, pero no vamos a subir tanto. Después de un recorrido turístico por sus estrechas y recoletas calles volvemos para ir a visitar un paraje natural cercano.

Salimos del pueblo por caminos locales estrechos aunque asfaltados. Poco antes de salir otra vez a la carretera, el track se desvía para llegar a Santa Cristina recorriendo unos quinientos metros por una senda antigua y estrecha. Es un sendero totalmente ciclable y se hace sin problemas. No obstante, la carretera paralela está disponible para quien no quiera aventurarse.
La ermita de Santa Cristina y el paraje natural que la rodea son un remanso de paz y armonía. Las pozas y lagunas que forma aquí el río lo convierten en un destino de lo más lúdico en verano. Hay un bar restaurante pero, fuera de temporada estival, solo está abierto los fines de semana.

Estamos en el punto más alejado de nuestra bici-ruta y ahora toca hacer el camino inverso para volver, pero lo haremos por otro precioso valle.
La rambla de Betxí.
Me encanta el camino natural que desde la ermita desciende por el otro lado del río. En ligera bajada o manteniendo altura, iremos enlazando pistas y caminos por detrás del cerro de Artana. Una última subida por una pista de tierra nos encarama al collado desde donde empieza otro precioso valle rodeado de espesa vegetación: La rambla de Betxí.
La pronunciada bajada por pista entre pinares nos sorprende porque no teníamos conciencia de haber subido tanto. Es el momento de despedirse de las montañas.
Esta vez sin entrar en Betxí, vamos a recorrer otros caminos entre naranjos para completar un recorrido circular que nos devuelve a Alquerías del Niño Perdido. Hemos pasado cerca de Vila-real pero nos desviamos por un camino que bordea las impresionantes instalaciones de una conocida empresa cerámica. Desde la bici se ven enormes las modernas naves de almacenaje y logística.
El estrecho camino por el que venimos se ve interrumpido por la N-340. Es solo cruzar, pero aun así es complicado por el intenso tráfico. Recomiendo bajarse de la bici y pasar al otro lado con mucho cuidado.
El recorrido termina en la misma estación del tren de cercanías de Burriana/Alquerías en la que comenzó.
Agradecimientos
Nota: No conocía las Peñas Aragonesas hasta que mi amiga Elvira R. nos trajo a conocerlas hace unos meses. He modificado un poco su ruta original que terminaba en Nules. Gracies Elvira.
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